Más repetido que el ajo y llegando a ser más pesado que el arroz con leche, existen cientos de variaciones en proporciones, inclinaciones y colores, pero al fin y al cabo un indalo es una cosa muy simple, sí, para los almerienses llega a ser ya muy cansina, pero no deja de ser entrañable. Referente a lo que representa existen múltiples interpretaciones, siendo un grafismo que se repite en la pintura rupestre esquemática, un arquero, el arco iris... No importa, lo cierto, es que se ha convertido en el símbolo universal de Almería y del que los almerienses nos sentimos orgullosos cuando lo descubrimos en otra parte del mundo, el indalo es algo que nos une y que identifica a aquellos que sienten un vínculo con esta tierra, gentes que se sienten unidas a la luz y a la calidez que nos caracterizan, que nos han visitado o tienen vínculos con esta tierra. A pesar de la saturación de indalos, almerienses tendríamos casi la obligación de amarlo y difundirlo, ofreciéndolo como regalo y signo de amistad para los foráneos. Referente a la explicación que suele acompañar como explicación al presente, son varias las existentes pudiendo coger la que mejor se adapte a nuestras necesidades, símbolo de suerte, colocado en las puertas para evitar el mal de ojo, signo de bienvenida... Lo cierto es que aparece en la Cueva de los Letreros de Vélez Blanco, siendo rescatado por el movimiento pictórico-literario que se dio a conocer como los Indalianos, así como aceptado y difundido por los propios almerienses.
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