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Arriba una de las calles de bares una noche de enero |
Un eslogan que llevaban los coches de los años setenta en el cristal trasero, rezaba: "Almería, donde el sol pasa el invierno". En esta esquina de la península estamos ajenos a muchos de los meteoros que afectan al resto, y muchas veces, cuando ves las noticias, tienes la sensación de decir "¡madre mía, la que está cayendo ahí fuera!". Por eso nos gusta vivir en la calle, con la tranquilidad de que difícilmente nos lloverá, de hecho tenemos un plato específico para los días de lluvia, las migas. Por eso, no quedamos en bares o cafeterías, sino en la calle, y luego nos vamos a los bares. Por el mismo motivo, cuando planeamos algo en lo último que pensamos es en la lluvia, eso sí, nos preguntamos si hará viento, porque aquí pega de lo lindo. Sobre todo nos damos cuenta del buen tiempo que tenemos cuando vemos a los guiris con manga corta en pleno invierno (hay que tener en cuenta que un almeriense sufre por debajo de los 16ºC).
Sin embargo a pesar de nuestro buen clima y de la afición por la calle, tradicionalmente no hemos tenido la costumbre de abusar en exceso de las terrazas en invierno, sobre todo las nocturnas, y siempre hemos preferido estar cobijados en un bar calentito. Pero lo cierto es de un tiempo a esta parte, con la entrada en vigor de la prohibición de fumar en los locales y el uso de los distintos artilugios calefactores, la cantidad de terrazas se han multiplicado y a veces se hace difícil encontrar sitio.
Pasear una mañana soleada de invierno por las calles, en especial por el paseo marítimo o La Rambla es un privilegio.
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