Durante el siglo XX ha sido el centro de la actividad de la ciudad, permitiendo la expansión de la adinerada burguesía de finales del XIX, quienes instauraron esa costumbre que se mantuvo durante decenios de pasearlo y que dio lugar a que fuera cerrado al tráfico para hacerlo peatonal los fines de semana durante los años ochenta. El Paseo de Almería, admirado y recoleto, ha sufrido las tropelías de las especulación, pasando de ser una vía preciosista con edificaciones de cuidados estilos arquitectónicos que incluían elementos modernistas, historiscistas, neoclásicos o racionalistas,en los que se mantenían un máximo de dos alturas, a verse agredida por grandes edificios que dejan patente la especulación de la época del desarrollismo y la posterior setentera. Pero no contentos con esto, los almerienses hubiésemos deseado contar con un Paseo de pavimento noble, acorde con su importancia y con los materiales de nuestra tierra; lo imaginamos de pulcro mármol blanco de Macael, uno de los materiales más cotizados y que adorna muchos de los lugares más importantes del mundo, incluso con franjas rojizas como los colores de nuestra enseña. Sí, eso nos quitaron para desgraciarlo con un granito gris, oscuro, triste y sucio, sin duda reflejo de los políticos que nos gobiernan. Al menos nos queda el consuelo de que posiblemente todo pasará, el granito también y lo que es seguro que ellos sí, y a su pesar, el Paseo y Almería seguirán siendo lo que los Almerienses queramos que sean.
Nadie con un mínimo de sensibilidad puede admirar la belleza de este pavimento al que ni siquiera el efecto fotográfico del contraluz consigue sacarle lustre. |
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